En general solemos evaluar los zapatos con los ojos y no con los pies. Y así es que terminamos llevando un modelo que no resulta demasiado cómodo pensando que, con la primera postura, terminarán cediendo. Claro que después de la tercera vez que los usamos caemos en la cuenta de que no es así y de que tenerlos puestos es más un infierno que un placer.
En ese caso, lo mejor es no descartarlos por completo y probar una serie de truquitos caseros.
El primero consiste en humedecer en alcohol un par de medias de hilo y colocarlas dentro del calzado para que el alcohol actúe y haga ceder el material. Eso sí, debe hacerlo con cuidado para no mojar el exterior del zapato, ya que podría llegar a arruinarse.
Otra opción, es frotar el interior del zapato con un poco de cremas de manos y, luego, colocárselo hasta que se amplíen por la presión.
Por supuesto, tampoco queda descartada la idea de mandar el calzado a la zapatería para que los pongan el la horma; suele ser muy efectivo.
Y la próxima vez que decida comprar zapatos recuerde que debe probar los con medidas y sentirlos cómodas al caminar… nada de excusas.