Las personas tenemos dos tipos de inteligencia que conviven y determinan nuestra capacidad de desarrollo y superación de obstáculo en la vida. Por lo general, existe un equilibrio entre ambas, en el que la mente emocional alimenta e informa las operaciones de la mente racional, encargada de depurar la energía de entrada de las emociones.
Esta vez nos interesa profundizar lo que corresponde a la inteligencia emocional como es motivarse frente a la decepciones, controlar el impulso, regular el humor, evitar que los trastornos disminuyan la capacidad de pensar y abrigar esperanzas.
La inteligencia emocional es, en definitiva, la que determina lo bien que podemos utilizar cualquier otro talento, incluido el intelecto puro. Las personas capaces de conocer y manejar sus sentimientos y de interpretar y enfrentar con eficacia los de los demás cuentan con grandes ventajas en cualquier aspecto de la vida.
La tendencia al aislamiento, la depresión, los problemas de atención o la agresividad demuestran fallas emocionales que pueden ser modificadas. Por supuesto que, puestos a cambiar, los mejores resultados se obtiene durante la niñez.