La necesidad interna o externa de conseguir el primer empleo es una marca irrefutable de que el tiempo ha pasado. Ya que es una tarea solitaria y muy ardua. Además, en la sociedad actual está establecido que el éxito, y por lo tanto la felicidad, depende de tener un buen trabajo y solvencia económica. Entonces surge el miedo al fracaso, que puede estar representado por el temor a no ser seleccionado por falta de experiencia y aptitudes o por no ajustarse al perfil solicitado. Un mercado tan contradictorio como para exigir al mismo tiempo juventud y «amplia experiencia» no resulta de gran ayuda. En esta situación el adolesente acepta ser mano de obra muy barata, trabajar en negro, con menos remuneración por igual tarea, en horarios extensos o en condiciones muy incómodas.
Muchos padres desean acompañar a sus hijos en este proceso, pero no encuentra la forma de hacerlo sin sobreprotegerlos. La idea es brindar soporte sin presionar y opinar sin transmitir los propios temores. Para lograrlos tenga en cuenta que los jovenes necesitan ser tomados en cuenta, pero no invada sus espacios ni se anticipe a sus preguntas o comentarios. No los llene de información, consejos y datos que, en lugar de ponerlos en marcha, los inhiben y sobrecargan aún más.
Además de los requisitos casi mínimos como idioma y computación, una buena idea puede ser realizar algún curso o taller que los ayude a conocer el mercado laboral, las fuentes de empleo, cómo armar un currúculum y una carta de presentación. Además, deben tener en cuenta que logran cumplir sus metas no son necesariamente los más capacitados e inteligentes, sino los más perserverantes y organizados y los que saben venderse. Incluso algunos pueden ser rechazados por estar sobrecapacitados para un determinado puesto. Mantenga la calma y los objetivos claros y no espere un resultado positivo al primer intento. Buscar trabajo es algo que se aprende día a día.