Cerca de la mitad de las personas enfermas de fobias, un miedo infundado y excesivo ante una determinada situación, se cura espontáneamente sin la necesidad de recurrir a fármacos en los tratamientos. Esto sucede porque un buen día decide romper el círculo vicioso que la lleva a evitar las situaciones que la asustan, y empieza a afrontarlas y explorarlas para conocer sus veraderos límites y a aceptar las emociones negativas que antes intentaba negar o evitar. Es un trabajo muy arduo que requiere de una gran fuerza.
El especialista debería comunicar al paciente esta posibilidad, ya que le dará mayor autoconciencia y la posibilidad de trabajar por sí mismo para estar mejor. Sin embargo, quienes conviven en la casa o el trabajo con una persona fóbica no deben «empujarla» a situaciones que la aterrorizan, ya que sólo se conseguiría empeorarla. Así como tampoco protegerla de todo y de todos, porque contribuiría a su encierro.
Lo ideal sería hablar de los miedos simplemente como un problema a resolver.