Aparecen en forma repentina ante situaciones determinadas como conducir un auto, salir a la calle, enfrentarse a un insecto, hablar en público u otras. Estos transtornos por angustia producen intenso miedo y la sensación de que algo terrible va a suceder. Además, aparecen síntomas como palpitaciones, sensación de ahogo, mareos, vértigo, sentimiento de irrealidad, oleadas de calor y frío, debilidad y temblor.
Las crisis pueden durar unos pocos minutos o varias horas. Cuando alguien sufre varios de estos ataques suele sentirse desamparado y ancioso esperado que vuelva a ocurrir y necesita que alguien lo acompañe.
En la mayoría de los casos, empiezan a aparecer al final de la adolescencia y pueden hacerse crónicas. Según sus características pueden afectar la relación de esa persona con sus afectos, la sociedad y el entorno laboral.
Para resolverlas, la ayuda de un psicólogo es fundamental, ya que, muchas veces, las personas no pueden ni siquiera identificar el motivo de su angustia.