Los adultos, al igual que los chicos, tenemos la capacidad de jugar. Aunque no nos demos cuenta estas actividades sin un fin puntual y sin preocupaciones por el tiempo y “el qué dirán” resultan muy beneficiosas para la mente y el cuerpo.
A través del juego, se desarrolla la creatividad y se puede dar forma a una idea que en principio parece no tener sentido.
Cada día, en todas las ocupaciones puede usarse la imaginación. Cocinar, vestirse, maquillarse, caminar, trabajar, bañar a los chicos, jugar con ellos, ayudarlos a hacer los deberes. Cada momento puede convertirse en una experiencia única y revitalizante.
Deje de lado su preocupación por alcanzar una meta y, por un rato, dedíquese sólo a ese momento.
Los resultados pueden llegar a sorprenderte. Es probable que descubra habilidades desconocidas y hasta puede mejorar su salud física. La dispersión creativa es un buen remedio para reducir la tensión y otros males.
Empiece ahora mismo: invente un nuevo plato para la cena y, mientras lo hace, imagine que sus ingredientes cobran vida y le hablan. ¡Que se divierta!