Desde los primeros años de vida los chicos se esfuerzan para lograr la aprobación de sus padres en todo lo que hacen. Por eso, las palabras de aliento y de reconocimiento favorecen su autoestima y les permiten seguir avanzando.
Sin embargo, el exceso de elogios también puede ser perjudicial, porque se corre el riesgo de que los chicos sientan que deben recibir la aprobación de los demás en todo lo que hacen. Este el caso de los niños que no toleran los fracasos y terminan limitándose a los espacios donde son sobrevalorados.
Por eso, este tipo de actitudes requiere el equilibrio de los adultos. Si los chicos reciben felicitaciones todo el tiempo, incluso por cumplir con sus responsabilidades, el reconocimiento se volverá una costumbre intrascendente y les costará distinguir cuando han conseguido un verdadero logro.
Además, los estímulos deben ser genuinos. Si un chico recibe grandes elogios por hacer un dibujo que al día siguiente va a la basura las palabras fueron en vano.
En cambio, si recibe críticas sinceras que lo ayudan a mejorar su trabajo sentirá el interés que tienen en su crecimiento.
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