Son dos palabras que parecen imposible de unir. Lo familiar nos remite a la contención y el amor, en tanto que la violencia implica todo lo contrario.
Lo cierto es que este tipo de violencia no sólo es familiar porque se da en el seno del hogar, sino también porque es repetida. Inclusive maltrato físico y emociona: padres que abusan de sus hijos, hijos que agreden a sus padres, parejas cuyos miembros se lastiman entre sí, etcétera…Golpes. Insultos. Silencios. Indiferencia. El primer paso (y quizás el más difícil) es aceptar que el problema existe. El segundo preguntarse: ¿es posible vivir de esta manera? A lo que la respuesta siempre debe ser «merecemos vivir dignamente»
La situación se complica aún más cuando la víctima de la violencia es una criatura, porque corre el riesgo de (mediante la indiferencia) transformarse en cómplice.
En todo los casos se trata de romper «el pacto de silencio» impuesto que pone en juego la integridad personal y la vivienda. Y para eso lo mejor es, en principio, ir en busca de la ayuda adecuada.
hola yo soy unas de las personas q pasa x todo el comentario q dice en la informacion
eso fue muy agradable para mi