Las paredes blancas son el lugar ideal para dejar las huellas de una manito llena de dulce de leche o de grasa. La solución es empapelarlas con papeles vinílicos, lavables y mucho más resistentes. Otra opción es pintarlas de un tono que disimule las manchas más evidentes, como el beige subido o el amarillo claro; o bien, aplicar alguna pátina como el esponjeado o el trapeado, que imprimirá vetas difusas sobre la superficie.