Este miedo es bastante común en la infancia y en principio podemos pensarlo como el temor a la noche, que es el momento en que el niño se separa de los adultos para dormir en otro cuarto. Es bueno que uno de los padres aproveche ese momento para leerle un cuento, cantarle suavemente o ponerle música relajante. La presencia o la cercanía de uno de ellos a la hora de acostarse puede ser muy tranquilizadora, sin exagerar y tener que estar esclavizados al lado de la cama.
Conciliar bien el sueño está asociado a lo que pase durante el día. Si en la casa hay violencia o el chico se siente solo, se va a angustiar. En cambio, si reina un clima emocional armónico, puede que no quiera ir a dormir para jugar un rato más o estar con los padres, pero no será por miedo.
Cuando el niño tiene miedo es porque está angustiado y puede que se despierte a mitad de la noche con pesadillas y temor a volverse a dormir. Por eso, es bueno tranquilizarlo y decirle «no te preocupes, sólo fue un sueño, mamá y papá estamos en casa cerca tuyo». De ningún modo es aconsejable llevarlos a la cama paterna porque así el niño asociará sus miedos a las ventajas que obtiene con ellos y este es el primer paso para un círculo vicioso.
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